PAIS EN PARO, CUERPOS EN MOVIMIENTO POR ELENA SANCHEZ VELANDIA
Este árticulo fue publicado originalmente el 31 de Mayo del 2021 en la Revista Hekatombe y con permiso de la revista y de la autora se comparte y se difunde en la Revista Colombiana de Micología: Una lectura del paro desde la experiencia de los hongos alucinógenos, el tejido del micelio, la democracia, la protesta y la resistencia. https://www.revistahekatombe.com.co/pais-en-paro-cuerpos-en-movimiento/
Colombia. Un estallido social contra el NO FUTURO... Muchas gracias a la Revista Hekatombe y a la autora por tan excelente reflexión y darnos el permiso de compartir este artículo.
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A ustedes que salieron a cambiar este país y se encontraron con las balas de la tiranía |
Aunque en filosofía no solamos partir de sentimientos partiré de uno que ahora me habita.
Es similar al que tuve una vez ingiriendo hongos alucinógenos. Menos vívido quizás. Mi cuerpo perdía sus límites y la sensación era que no había división entre él y lo que lo rodeaba. O mejor dicho, que mi cuerpo se ampliaba. Mi cuerpo era la hierba, el insecto, el árbol, la montaña, la tierra misma… En un cierto sentido, en estas marchas, protestas, asambleas, que han rellenado las calles de Colombia desde hace un mes, he alucinado. He sentido que mi cuerpo va más allá de mi piel. He sentido que ya no soy sólo la profesora precaria de una universidad privada que cerrará el programa donde enseño; he sentido que soy la feminista batuquera, el taxista emberracado, el grupo de titiriteros, una misak, una sindicalista, el vendedor ambulante, la bailarina queer que provoca al ESMAD, el estudiante politizado, la mamá que le lleva comida a los muchachos de la primera línea o la que carga su escudo con ellos… como si mi cuerpo fuera de repente más potente porque ya no es mi cuerpo vulnerable que el sistema de salud ha abandonado a su suerte luego de agravar su enfermedad; es todos esos cuerpos que lo rodean. Ahora desnudos, no sin ropa, sino vulnerables también. Cuerpos precarios o desempleados, para los que el mercado no tiene medicamentos, endeudados hasta el tuétano para poder estudiar o excluidos completamente de la educación superior, potencialmente tuertos, potencialmente violados, potencialmente asesinados (por la EPS o por la policía)… ¿Quién lo hubiera dicho? Nuestra vulnerabilidad nos ha hecho fuertes. Nos ha unido.
El sistema perverso que nos gobierna parecía estar convencido de que al desnudar nuestra vulnerabilidad individual nos mantenía divididos: individuos ocupados cada uno en llegar a fin de mes (en el mejor de los casos). Impotentes precisamente por ello: se nos va la vida intentando sobrevivir.
Se equivocaba.
Porque mi alucinación no es una ficción. La ficción es el individuo. Mi alucinación es quizás más real. Es sólo una alucinación en cuanto desborda las capacidades de nuestros sentidos. Pero la verdad es que no somos individuos separados que al unirse forman una sociedad. En realidad cada uno de nosotros hace parte desde el inicio de una red de relaciones: nos gestamos al interior de otro cuerpo y después nos acoge una cultura y nos vamos construyendo en las relaciones que tejemos con los otros al interior de ella. Y en medio de esa red, y gracias a ella, podemos alcanzar una autonomía relativa que nunca será absoluta. Siempre seremos tan autónomos como dependientes de los otros. Ni siquiera los colombianos más ricos son verdaderamente autónomos, necesitan de muchos otros colombianos para acumular esa riqueza; no habrían nunca podido crearla solos. Es más, entre más ricos más necesitan de otros.
Quizás lo que intentan comprar con la riqueza expoliada es precisamente la ficción de invulnerabilidad. Por ello algunos pagan ejércitos privados que asesinan y desplazan a quienes se oponen a sus proyectos, a quienes se oponen a que los despojen y se apropien de la riqueza de tod_s. Y es que el modelo que se suele conocer como “neoliberal”[1] ha logrado, en Colombia, un profundo individualismo (la ficción) gracias a un programa de exterminio que lo precedió y lo sustenta. En las dos últimas décadas del siglo pasados vivimos por ejemplo el genocidio de la Unión Patriótica; en los periodos de Uribe vivimos masacres y asesinatos de jóvenes para hacerlos pasar por guerrilleros; ahora vivimos el asesinato constante y sistemático de líderes sociales, y de excombatientes firmantes del tratado de paz y en este mes vivimos el asesinato de jóvenes que se han unido para protestar e imaginar un nuevo país.
Porque mi alucinación no es una ficción. La ficción es el individuo. Mi alucinación es quizás más real. Es sólo una alucinación en cuanto desborda las capacidades de nuestros sentidos. Pero la verdad es que no somos individuos separados que al unirse forman una sociedad. En realidad cada uno de nosotros hace parte desde el inicio de una red de relaciones: nos gestamos al interior de otro cuerpo y después nos acoge una cultura y nos vamos construyendo en las relaciones que tejemos con los otros al interior de ella. Y en medio de esa red, y gracias a ella, podemos alcanzar una autonomía relativa que nunca será absoluta. Siempre seremos tan autónomos como dependientes de los otros. Ni siquiera los colombianos más ricos son verdaderamente autónomos, necesitan de muchos otros colombianos para acumular esa riqueza; no habrían nunca podido crearla solos. Es más, entre más ricos más necesitan de otros.
Quizás lo que intentan comprar con la riqueza expoliada es precisamente la ficción de invulnerabilidad. Por ello algunos pagan ejércitos privados que asesinan y desplazan a quienes se oponen a sus proyectos, a quienes se oponen a que los despojen y se apropien de la riqueza de tod_s. Y es que el modelo que se suele conocer como “neoliberal”[1] ha logrado, en Colombia, un profundo individualismo (la ficción) gracias a un programa de exterminio que lo precedió y lo sustenta. En las dos últimas décadas del siglo pasados vivimos por ejemplo el genocidio de la Unión Patriótica; en los periodos de Uribe vivimos masacres y asesinatos de jóvenes para hacerlos pasar por guerrilleros; ahora vivimos el asesinato constante y sistemático de líderes sociales, y de excombatientes firmantes del tratado de paz y en este mes vivimos el asesinato de jóvenes que se han unido para protestar e imaginar un nuevo país.
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Amanita muscaria, Bogotá, Colombia |
Quisiera concluir volviendo a la alucinación: la política tiene que ver mucho con la estética. No me refiero, con estética, al cuestionamiento filosófico sobre al arte. Me refiero más bien a la cuestión de la sensibilidad. La percepción por ejemplo. Así, vemos que están quienes viven la ficción del individuo y quienes vivimos la alucinación del cuerpo “subterráneo”, de un organismo meta-individual. Por eso, muchas veces, la cuestión no es de información o de estupidez, como se suele enarbolar en nuestras redes sociales. Es más de formas de vida, de afectos y de percepciones. De “conquistadores” (quizás los primeros empresarios modernos) que fundaron la ficción del individuo, ahora derribados por las alucinaciones Misak.
[1] El neoliberalismo llegó después de un periodo de Estados de Bienestar en occidente, en los que el Estado actuaba con una visión social redistribuyendo la riqueza, regulando el capitalismo para reducir la desigualdad, garantizar el pleno empleo, evitar la pobreza, tutelar derechos fundamentales… Según el neoliberalismo esta intervención del Estado es nociva para el crecimiento económico, así que propone reducirla lo más posible. Esto puede significar reducir el Estado o redireccionar sus objetivos. La burocracia estatal puede dirigirse por ejemplo a legislar a favor del mercado y en contra de la vida, a reprimir o entorpecer la actividad ciudadana que se opone al neoliberalismo, como sucede en Colombia. Por eso prefiero hablar de necro-liberalismo como lo propone Achille Mbembe.
[2] Esta simbiosis de micelio y raíces se llama micorriza.
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